lunes, 8 de octubre de 2012

Las verdades del barquero



Manifestación del 17 de octubre de 2009. El lema era "Cada vida importa"

Al final, y desde el principio; van a tener razón quienes afirman que la mejor manera de preservar la paz es estar preparado para la guerra.

Ayer en la manifestación convocada en toda España para pedir al gobierno que escuche el clamor de la ciudadanía que pide que no haya ningún aborto; faltaron muchos cristianos.

Faltaron los que se han conformado con un maquillaje aparente de la perversa ley actual.

Faltaron los cristianos que han aceptado mezclar las cosas de Dios y las del Cesar y "comprenden" a los legisladores que "pobrecitos ellos" tienen que gobernar para todos.
Equivocadamente creen que "gobernar para todos" significa legislar para no molestar a los homicidas, ladrones y caraduras que también forman parte de nuestra sociedad.

¿Qué clase de cristianos aceptan obedecer a los hombres antes que a Dios?
¿Qué clase de cristianos aceptan como mal menor el homicidio de seres humanos indefensos en el seno de sus madres?
¿En qué circunstancias o supuestos le podría parecer aceptable a un cristiano matar a un bebé que no ha hecho nada malo?

             
Han surgido en España asociaciones y movimientos a favor de la vida que nos han hecho albergar esperanzas de que venceríamos este cáncer de la sociedad que es el aborto.
Pero tristemente se han puesto al frente de muchas de ellas comerciantes soberbios y vanidosos; ávidos de poder aún más que de dinero; que han profanado las cosas de Dios, negociando con ellas.

La Iglesia y el papa son referente inequívoco de los cristianos: "No nos es lícito usar o manipular la vida de un ser humano ni siquiera para conseguir un bien como podría ser la curación de la enfermedad de un hermano o salvar la vida de la madre". Porque matar un ser humano no es un mal menor.

Cuando a uno le sale un tumor; ya sea maligno o benigno corre al médico a quitárselo. Me pregunto por qué los cristianos no hemos acabado ya con el aborto.
Y lamentablemente me respondo que para algunos cristianos supone un gran negocio.

Margarita Cabrer

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